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jueves, 1 de noviembre de 2012

EL SIMBOLISMO DE LAS ABEJAS


                                       R. Fludd, Summum Bonum, Francfort 1629

El simbolismo de las abejas
La miel es llamada por los maestros: «la ciencia de las cosas de Dios»

José Antonio Mateos
 
Cuentan los cronistas sobre la antigua iconografía de la abeja, que debido a la perfecta identidad y similitud de símbolos y ceremonias entre el cristianismo y el mitraísmo, causó espanto a los primeros cristianos; para zanjar este asunto, estos lo atribuyeron al espíritu de las tinieblas, pero no se atrevieron a acusar a los discípulos de Mitra de haber tomado sus misterios del culto del Mesías, pues conocían que la doctrina persa era anterior. De esta manera los primeros cristianos y el culto de Mitra daban a probar miel a los iniciados, y les hacían lavar las manos con miel.

Según L. Charbonneau-Lassay, los antiguos simbolistas utilizaron a este pequeño ser impresionados por sus analogías con principios espirituales, así como por sus cualidades de industria y la excelencia de sus obras; su valor popular es reconocido en cualquier país. Hijas aladas de los primeros soles, anunciadoras benditas de los primeros días serenos, maestros en la construcción de celdas geométricas, vigilantes de las influencias magnéticas, de las radiaciones telúricas, en definitiva insecto bendito al que san Paulino de Nola llamaba «la misteriosísima abeja».

Debemos remontarnos a los simbolistas de Egipto quienes comienzan a representarla como símbolo del alma de los hombres, es plasmada en las tumbas como imagen de supervivencia del alma después de la muerte. Pero al mismo tiempo sirven como emblemática de las dinastías faraónicas del Alto y el Bajo Egipto, representadas por una abeja y una brizna de junco. Uno de los himnos funerarios dirigido al faraón Usertosen II dice así: «Casó al junco con la abeja», afirmación que se interpreta como que reinó en los dos Egiptos. También se han hallado abejas funerarias en la tumba de la faraona de Egipto, Ahotpu I.

Dentro de Europa también se han encontrado abejas en las tumbas bárbaras de las Galias, y principalmente en la tumba del rey franco Childerico (m. 481). De hecho parece que el símbolo de la abeja también era patrimonio metafísico de los druidas. Los mazdeíztas, como los antiguos persas creían que la miel era parte de la composición del celeste Soma. En el Rig Veda las abejas ofrecen su miel a los Ashwins, y Krishna lleva una abeja azul en la frente.

Parece que este culto a la abeja se extendió de Creta a las islas del Egeo y a la Grecia continental. En la mitología de Creta, el dios supremo nacido de la Tierra Madre (Deméter Ceres) fue alimentado en una gruta por una princesa cretense con la leche de Amaltea y la miel de la reina abeja Melisa. Según cuenta Estrabón, en Eleusis y en Éfeso las sacerdotisas que celebraban antaño los antiguos misterios se llamaban Melissai, «las Abejas», y algunos iniciados que habían alcanzado un grado de pureza indiscutible recibían también este nombre. Se atribuían a la abeja dones divinos, y misteriosos; en los cenáculos de Samotracia, los mister también veneraban a la abeja.

El simbolismo cristiano adopta la figura de la abeja como símbolo crístico y emblema de las virtudes cristianas y la hermética antigua hace de la abeja el símbolo de Cristo como luz del mundo, como dice Cahier, en su Bestiario armenio: «Como Cristo, la abeja difunde la luz en el mundo».
Para representar la benignidad de Cristo y la suavidad de su doctrina, la primera liturgia cristiana, en los ritos del Bautismo, ordenaba hacer gustar la miel a los nuevos cristianos al final de la ceremonia bautismal, que implicaba también la primera recepción de la Eucaristía. Fue santo Tomás de Aquino quien consagró oficialmente la miel como símbolo de la Eucaristía, tomando por Introito de la Misa del Santo Sacramento estas palabras: Cibavit eos ex adipe frumenti, et de petra melle saturavit eos (Él los alimentó con la más grasa sustancia del trigo, los sació con miel de la piedra).

En la Edad Media, algunos grandes monasterios franceses tomaron nombres derivados de las abejas, como la abadía cisterciense de Melleray, diócesis de Nantes, cuyo escudo de armas reza: de azur con colmena de plata, acompañada de tres abejas de los mismos.

También los simbolistas de la antigüedad tomaron la figura de la colmena como emblema de la Iglesia, pero también de la monarquía, pues en la colmena solo hay una cabeza que manda, gobierna y lo anima todo, esta es la función del Papa en el gobierno de la Iglesia y la del Emperador o Rey en su Estado monárquico.
Llegados a este punto, parece que es necesario clarificar que este símbolo se reviste de una vertiente exotérica, tradición popular y de culto, y otra más esotérica e iniciática. Parece que al transcurrir del tiempo este símbolo tiende a desfigurarse y vulgarizarse entre los no-iniciados.

Es san Bernardo quien trata de restituir el sentido metafísico de este símbolo, pero no sin hacerlo dentro de un contexto hermético-cristiano, siendo para el no-iniciado difícil de entender; en su obra Vid Mística, del siglo XII, dice:

las abejas... son imagen de las almas que saben y pueden elevarse con las alas de la contemplación, que se separan, por decirlo así, de sus cuerpos, igual que el industrioso insecto abandona su colmena para volar hasta el jardín de las celestiales voluptuosidades. Allí encuentran reunidas todas las flores como el más rico de los tesoros, y saborean sus ricas delicias.

Ese jardín es el Paraíso, pues se dice en el Cantar del Amor: El fruto de tu seno, frecundísima Virgen María, es el paraíso. Del seno de la Virgen María, en efecto, salió el paraíso, ese jardín de las delicias, adornado con todas las flores, recojamos y saboreemos su jugo. Conviene que nosotros, abejas espirituales, busquemos la miel que mana de la piedra, conforme a las palabras del profeta; porque ese Cristo que es un paraíso de delicias es también esa piedra misteriosa.
Para comprender el significado hermético de la definición que hace san Bernardo de la imagen de la abeja, es necesario remitirse a la tradición hindú para encontrar una interpretación precisa sobre el carácter metafísico de unos procesos que la conciencia manifiesta en los diferentes niveles del Ser. En el orden espiritual, la conciencia se manifiesta a través de cinco cuerpos o vehículos (Kosas), y el estado de percepción de la conciencia es enteramente distinto según se expanda en uno u otro nivel a través del estado de contemplación activa, pero no en un estado místico de pasividad y abandono interior, pues como dice san Bernardo es de «las almas que saben y pueden elevarse». Esta elevación se produce a través de siete esferas llamadas en la tradición hindú Lokas; estas conforman los niveles de manifestación desde Dios como Substancia Eterna hasta su manifestación como creación física. Y como comprenderán aquellos que siguen una vía o una búsqueda espiritual, no es posible expresar en términos de conocimiento intelectual lo que se experimenta o percibe la conciencia en estos estados; sólo es posible utilizar el lenguaje simbólico para expresar una experiencia no-transmisible y sólo comprensible por otros «iniciados».

El maestro Rumi, también expresa esta experiencia interior en su Fihi-m -a-fihi: Tú eres aquél que sin cuerpo posee el cuerpo; no temas entonces que tu alma salga de tu cuerpo. Y añade en lenguaje simbólico, que nuestro cuerpo es representado por la colmena donde se reúne la miel y la cera; el amor de Dios guardado en nuestro interior. Después de cumplir con su cometido, las abejas vuelan, pero la cera y la miel permanecen, como así también el jardinero.

En segundo lugar san Bernardo se está refiriendo al estado espiritual que proviene de la «iniciación mariana», denominada de esta manera debido a que ésta es la que recibió la santa Virgen, la madre de Jesús, hijo de María[1]. Es la Regina sanctorum omnium que dicen las letanías, así como es la Substancia de la santidad original antes de la caída e identificada con la Tradición primordial. El Amor es el medio por el que la iniciación mariana conecta con nuestra Naturaleza íntima, siendo junto con los aspectos de la Belleza y la Misericordia las características espirituales de la vía devocional (Bhakti-yoga). Al mismo tiempo esta vía es propia de la casta guerrera, la del monje-guerrero, y María es el símbolo griálico, el receptáculo del espíritu, de donde brota el jardín de las delicias término que designa a los diferentes estados espirituales del sendero y sus raptos interiores hacia los estados superiores del Ser.

Durante el siglo XVII, los Hermanos de la Rosa Cruz[2], retoman de nuevo el símbolo de la abeja, formando parte del simbolismo de la Rosa y la Cruz. Este emblema «Dat Rosa Mel Apibus» (La rosa da miel a las abejas), fue utilizado en la portada del «Summum Bonum» de Joachim Frizius y luego adoptado para ilustrar el «Clavis» de Robert Fludd (1574-1637). Podemos ver en un sentido hermético cómo parece haber una aproximación entre la doctrina de san Bernardo, la ebriedad interior del sufismo y el simbolismo que propugna la Rosa+Cruz del siglo XVII, lo cual nos induce a pensar en una transmisión espiritual que es mantenida de forma secreta a través de los siglos, como una cadena iniciática ininterrumpida.
Por último, diremos que la miel es llamada por los maestros: «la ciencia de las cosas de Dios», y las inevitables picaduras de la recolección de la miel son el emblema de los sufrimientos morales o físicos de que está sembrado el áspero sendero que conduce a la conquista de los conocimientos espirituales (L.Charbonneau-Lassay).


[1] - Denominación con la que se conoce a Jesús en el Islam. Otra denominación es Ruh ol-llāh (el Espíritu de Dios).
[2] - Tras la disolución de la Orden del Temple en 1314, los iniciados del esoterismo cristiano se reorganizaron, de acuerdo con los iniciados del esoterismo islámico bajo el nombre de Rosa-Cruz. El término no es extensible a las actuales organizaciones rosacruces que se aprecian en Occidente. La expresión Rosacruz como Sufí corresponden a estados o grados espirituales de Realización alcanzados, no a títulos profanos.


Fuente: Revista Sufí


jueves, 11 de octubre de 2012

CONÓCETE A TI MISMO



"Te advierto, quien quiera que fueres, oh! tu que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿Cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el tesoro de los tesoros. ¡Oh, hombre!, ¡conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses!"

miércoles, 26 de septiembre de 2012

LA MONTAÑA MÍSTICA



LA MONTAÑA
Eugenio Filateo (1622-1666)

Hay una montaña situada en medio de la tierra, o centro del mundo, que es, al mismo tiempo, pequeña y grande, blanda y más allá de toda medida dura y pétrea. Está alejada y sin embargo, al alcance de la mano, pero, por la providencia de Dios, es invisible. En ella están escondidos los mayores tesoros que el mundo no es capaz de valorar. Esta montaña, a causa de la envidia del Diablo, siempre opuesto a la Gloria de Dios y a la felicidad del hombre, está rodeada de bestias muy crueles y de otras aves rapaces que hacen el camino difícil y peligroso.
Y por esta razón hasta el día de hoy, porque los tiempos no han llegado aún, el camino que conduce allí no ha podido ser encontrado ni imaginado. Pero ahora al fin, el camino será encontrado por aquellos que son dignos de él, pero con todo y con eso por el trabajo y los esfuerzos del hombre.
Iréis hacia la montaña en el curso de una cierta noche (cuando aquello viene) muy larga y muy oscura y tened cuidado de haberos preparado vosotros mismos por la oración. Insistid para conocer el camino que conduce a la montaña, pero no preguntéis a nadie donde se encuentra: Seguid solamente a vuestro Guía que se presentará a vosotros y os vendrá a encontrar en el curso del camino. Pero vosotros no le conoceréis. Este Guía os conducirá a la Montaña a medianoche cuando todo está en silencio y es oscuro. Es necesario que os arméis de un valor decidido y heroico sin lo cual tendréis miedo de las cosas que ocurrirán y caeréis hacia atrás. No tenéis necesidad ni de espada ni de ninguna otra arma corporal: Sólo pedid a Dios su ayuda, sinceramente y con todo vuestro corazón. Cuando hayáis descubierto la Montaña, he aquí el primer milagro que aparecerá: Un viento muy impetuoso y muy grande sacudirá la Montaña y hará estallar las rocas a pedazos. Vosotros estaréis también rodeados de leones, de dragones y de otras bestias terribles: Pero no tengáis miedo de todas estas cosas. Sed resueltos y tened cuidado de no volveros atrás porque vuestro Guía, el que os ha conducido hasta allí, no permitirá que ningún mal os alcance. Pero en cuanto al tesoro, no está aún descubierto aunque esté muy cerca. Después de este viento vendrá un temblor de tierra que derribará todo lo que el viento había dejado y lo allanará todo. Pero estad seguros de que vosotros no seréis derribados. Después del temblor de tierra caerá fuego que consumirá toda la mugre de la tierra y descubrirá el tesoro. Pero vosotros no podéis verlo aún. Después de todas estas cosas y cerca del alba, habrá una gran calma, veréis la estrella de la mañana, la aurora se os aparecerá y veréis un gran tesoro: La cosa más importante y perfecta en él es una cierta tintura exaltada, con la cual el mundo, si ha servido a Dios y si es digno de un tal don, puede ser teñido y transformado en el oro más puro. Esta tintura empleada según la instrucción de vuestro Guía, os hará joven si sois viejo y no tendréis ya mal alguno en ninguna parte de vuestro cuerpo. Con la ayuda de esta tintura encontraréis también perlas de una perfección inimaginable. Pero no os atribuyáis nada a vosotros mismos de vuestros poderes presentes, contentaros solamente con lo que vuestro Guía os comunicará; load a Dios perpetuamente por su Don y tened cuidado en no usarlo para un fin de agasajo mundano: Empleadlo en trabajos tales que sean contrarios al mundo.
Usadlo rectamente y gozad de él como si no lo tuvierais. Llevad una vida templada, sin pecado, sin lo cual vuestro Guía os abandonará y seréis privado de su gozo: Sabed esto en verdad: El que haya abusado de la tintura y no viva de un modo ejemplar, con pureza y devoción ante los hombres, perderá este beneficio y no le quedará casi la esperanza de encontrarlo de nuevo después. He aquí la descripción que nos han hecho de la Montaña de Dios, el Horeb Místico y Filosófico que no es nada más que la parte más elevada y más pura de la tierra.

martes, 11 de septiembre de 2012

El simbolismo de la Espada Japonesa II


El simbolismo de la Espada Japonesa II

1.- EL GUERRERO SAMURAI.
Los samurai (o bushi) constituían la casta militar del antiguo Japón feudal. Eran soldados al servicio del señor feudal o Daimyo (samurai significa "servir", samurai es "aquel que sirve").
Su entrenamiento comenzaba desde la más tierna infancia y duraba toda su vida; le llevaba a estar preparado para hacer frente a cualquier situación y resultar victorioso cualesquiera que fuesen las condiciones. Pero no se trataba de aprender sólo a luchar, sino hacerlo siguiendo unas "reglas de combate", donde el adversario era tratado con respeto de un modo caballeresco. Todo estaba reglamentado por su código de caballería: el Bushido.
El código del Bushido gobernaba el comportamiento del samurai y el samurai gobernaba a su espada, por lo que la espada debía expresar los principios del Bushido.
2.- ORÍGENES DEL SABLE.
- ORIGEN SAGRADO Y MITOLÓGICO:
Sobre el nacimiento del sable, en la mitología shinto se cuenta que el padre de los dioses Izanagi-no-Mikoto, fue el primero en blandir un arma de hoja larga cargada de propiedades maravillosas. Susano-Wo (hijo de Izanagi) heredó la hoja de su padre y con ella se enfrentó y venció a una enorme serpiente de ocho cabezas y dentro de éste terrorífico animal encontró una nueva espada que bautizó con el nombre de Ama-no-murakumo-no-tsurugi ("Precioso sable celestial hecho de nubes") y con este sable realizó muchos prodigios en el mundo de los dioses.
- ORIGEN HISTÓRICO:
Las primeras espadas que se utilizaron en Japón eran de origen chino. A finales de la era Nara (650-793 d.C.) los artesanos japoneses comenzaron a fabricar sus propias hojas a imitación de las chinas. Cuando la casta de los samurais cristalizó como soldados profesionales, los estandartes de las espadas fueron finalmente establecidos y durante los periodos Kamakura y Muromachi (1.186 al 1.500 d.C.) se vivió la edad dorada de la manufactura de las espada en el país nipón. En nuestros días, los sables siguen siendo exactamente iguales a los que se forjaron en aquella época y nada ha variado, debido a que se logró fabricar un arma que todavía hoy sigue sin superarse.
En el siglo XVI (periodo Ashikaga) las espadas se diferenciaron en tres clases:
  • La espada larga (Daito,Tachi o Katana). De más de 2 shaku (1 shaku = 30 cm.)
  • La espada media (Wakizashi o Shôtô). De 1 a 2 shaku.
  • La espada corta o daga (Tanto). De menos de 1 shaku.
3.- LA CIENCIA ALQUIMICA DE LOS FORJADORES.
El ritual de la creación de un arma es un acto mágico. Confeccionar una espada de calidad, merecedora de que un samurai ligase su alma a ella, no era nada fácil.
Para esta creación el forjador japonés se preparaba con tanta solemnidad como si ejecutase una ceremonia religiosa: ayunaba varios días, iba al templo y rezaba a los dioses, colgaba en la fragua paja bendita para alejar los malos espíritus y vestido ceremonialmente, después de invocar a los cinco elementos, se disponía a coger el martillo. Mientras templaba la espada, cantaba y recitaba mantrams para que el espíritu de la música entrase en el metal. El forjador daba así "vida" a la espada
4.- CEREMONIAL. CORTESÍA HACIA EL SABLE.
El ceremonial del sable es una reverencia que refleja la devoción y el respeto que los samurais tenían por sus armas. Las cuidaban y mimaban con celoso afán y el sable, símbolo de las castas guerreras, era el orgullo del samurai.
Toda ritualización en torno al arma (desde no ser desenvainada vanamente, el contener la respiración por parte de quien la admira, su lugar en la casa del samurai, etc) viene dada por el concepto shintoista de "arma con alma".
5. SIMBOLISMO MÁGICO.
En la concepción japonesa el sable es sagrado, pues, como hemos visto, emana de un forjador que le imprimió sus cualidades espirituales a las que se añadirán las del dueño del sable.
Los guerreros experimentados dicen que si uno no ha dominado el miedo, el odio y la inquietud, el sable del adversario le atravesará inevitablemente. Es la propia víctima la que se corta con el sable, pero quien se corta en realidad es el miedo, el temor o el odio que le inspiran.
El sable es símbolo del estado guerrero y de su virtud: muestra la valentía que logra el poder. Este poder tiene dos vertientes: puede ser destructor o constructor. La espada también está vinculada con la justicia, puesto que, gracias a ella, se puede separar el bien del mal.
Esotéricamente tiene relación con la esencia de la materia y su control por el poder del espíritu.
Para el chamanismo shinto, el sable tenía su propia vida, pero debía ser incorrupto desde su fabricación.
Para el budismo esotérico era el instrumento que cortaba la falsa distinción entre la vida y la muerte.
6. DIMENSIÓN ACTUAL.
Es evidente que, desde que aparecieron las armas de fuego, el sable dejó de tener un valor funcional. Pero su magia llega hasta nuestros días, ya que al ser un símbolo (reflejo de una realidad oculta y metafísica) nunca pierde actualidad, ya que es atemporal. Los valores que representa son válidos tanto hoy como en el pasado.
Actualmente la espada no va a derramar sangre ni a matar enemigos en el campo de batalla, pero como símbolo que es del poder del espíritu sobre la materia, podrá cortar nuestros defectos, matar nuestros egoísmos y nuestras ideas nefastas.
Filosóficamente, el enemigo está dentro de nosotros, siempre nos acompaña, por eso continuamente tenemos la oportunidad de luchar, de que la espada de nuestra voluntad, de nuestro amor y de nuestra inteligencia pueda vencer a los dragones oscuros de nuestra personalidad.


 
                       ASPECTOS SIMBÓLICOS DEL SABLE JAPONÉS
                    Y LA ESPADA OCCIDENTAL
Luis Caeiro Izquierdo

Entre los muchos lugares comunes que se han forjado sobre la cultura japonesa el relativo a la especial veneración del sable es uno de los más extendidos; he dicho lugar común y no falso tópico como en tan tas ocasiones hay que aclarar al tratar temas japoneses porque nos encontramos ante una realidad objetiva: la veneración del sable, pero con una mirada, la occidental, no siempre justa que en muchos textos hace parecer esta actitud algo propio de bárbaros y, por supuesto, deformándola. De la importancia del sable en la cultura japonesa da buena prueba Inazo Nitobe en Bushido. The Warrior's Code (1), uno de cuyos capítulos recibe el contundente título de "El Sable, alma del Samurai"; como vemos, esta definición no puede expresar un más alto concepto. Sin embargo, la carga mítica y simbólica de la espada (a la que voy a considerar en este contexto como equivalente simbólico al sable) es universal y aun diría que perpetua llegando en determinados aspectos hasta hoy día (2).

El sable japonés no ha perdido ni enmascarado nunca esa veneración que han tenido las armas blancas en todas las culturas y que hoy, desde hace bastante tiempo, la cultura occidental ha relegado a poco menos que un residuo arqueológico sin por ello eliminar sus restos en el subconsciente colectivo; los sables y las espadas occidentales están hoy prácticamente olvidados en los museos, considerados en gran medida como un arte menor al lado de la pintura o la escultura. Japón siempre ha considerado la fabricación de espadas/sables como una de las artes mayores, con bastantes connotaciones religiosas, como tendremos ocasión de ver; como ejemplo de la importancia que tuvo este arte, tenemos la figura del Emperador Go-Toba (1180-1239) que, además de su labor política, fue un gran protector de los forjadores siendo él mismo, un Kami viviente, uno de ellos. Para él trabajaron los más grandes artistas de su tiempo, favoreció la investigación para mejorar la hoja convirtiéndose así en una figura casi mítica, representada en pinturas y grabados. Hoy Japón, con el espíritu de su cultura siempre reacio a romper con la tradición, sigue dando a sus sables una muy alta consideración, estando algunos de ellos calificados como tesoros nacionales.
En los tiempos dorados de la clase samurai el sable era una de las más preciadas posesiones de las familias y del individuo: "a los nobles japoneses les gusta sobre todo hace ostentación de sus armas, y les enorgullece que sean lo más lujosas posibles. Sus sables, en particular, cuyo temple aventaja a los mejores, tienen generalmente enriquecido el puño y la vaina con ricos adornos de metal cincelados con la mayor finura; pero lo que constituye principalmente el valor de estas armas es su antigüedad y celebridad" (3). No puntualiza el autor de este texto que es la hoja lo más venerado; una vez forjada la hoja tiene lugar una ceremonia en un templo shintoista consistente en enrollar en el sable el cordón sagrado que une las columnas del Torii o Puerta de los Dioses (puertas situadas en los caminos de los templos), cordón llamado Shimenawa. El objetivo de esta ceremonia es que penetre en la hoja un alma con sus potencias. A partir de este momento la hoja se convierte para el Samurai en un ser vivo, inteligente y potencialmente activo.
Desde ese momento el sable es considerado como la prolongación del guerrero e incluso el guerrero se considera ocasionalmente una prolongación del sable (4). Sin embargo, esta prolongación debe entenderse sólo como se entendería entre dos compañeros de armas perfectamente compenetrados y no como si fuesen apéndices el uno del otro. Esta concepción del sable como individuo ha creado una visión antropomórfica en la que la hoja se identifica con el alma, la empuñadora (Tsuka) con la cabeza, la vaina (Saya) con el cuerpo y los demás complementos con el vestuario; es, pues, un ser vivo y autónomo al que se convierte en depositario de lo más valioso para el Samurai: la lealtad y el honor (5).
Como tal depositario el sable recibe todo tipo de veneración. Ocupa en su soporte (pequeños muebles de madera con elementos metálicos que pueden ser horizontales o verticales, siendo los más extendidos los horizontales para albergar el juego de dos sables llamado Daisho) el lugar de privilegio de la pieza más importante de la casa; este lugar llamado Tokonoma es un espacio variado (poyete, repisa, hornacina, etc.) donde se colocan determinados objetos, pinturas, Ikebana... de manera asimétrica y con un sentido esencialmente provisional expresando el estado de ánimo del momento, así las pinturas cambian según la estación, la climatología o la circunstancia familiar. Suelen ser pocos objetos dispuestos basándose en una estética claramente Zen; ahí se coloca el Sable presidiendo en cierto sentido la vida familiar. "Más de un templo y más de una familia en el Japón conservan un sable como objeto de adoración. Todo insulto que se le haga equivale a una afrenta personal. Desgraciado de aquél que negligentemente pasa por encima de un arma caída en el suelo". En el mismo párrafo Nitobe nos da otro dato que nos acerca a usos más conocidos: "Compañeros constantes (el Samurai) los ama y les da nombres amistosos". La costumbre de individualizar cada pieza dándole un nombre es sumamente usada en la caballería occidental: Arturo y Excalibur, Lanzarote y Ballarin, Roldán y Durandall, Sigfrido y Balmunga son unos cuantos ejemplos de este uso de la caballería occidental. En Japón también existen los nombres engarzándose muchas veces en el mito shintoista; así aparece la espada de Izanagi llamada Totsuka no Tsurugi (Espada de los Diez Brazos Abiertos), la espada de Susanoo llamada Orochi no Aramasa, con ella decapitó al Dragón multicéfalo en cuyo cuerpo encontró otra espada llamada Ame Murakumo Kusa (Preciosa Espada de las Amplias Nubes), que posteriormente se llamó Kusaragi-no Tsurugi (Espada del Mullido Césped) y que fue la espada que regaló a su hermana Amaterasu y ésta a su vez a los descendientes en el mito fundacional. Otros ejemplos menos mitológicos de nombres de piezas son el sable Kogarasu Maru (Pequeño Cuervo), y la espada Doji-giri (Muerte del Monstruo), cuya leyenda nos dice que con ella el héroe Raiko mató al monstruo Shuten Doji. Especial mención merece la espada Ama Goi no Tsurugi (Espada para la Invocación de la Lluvia) que se conserva en el templo de Koya-San (6).

En la simbología general de la espada o el sable podemos encontrar una línea común o una serie de elementos similares entre las diversas culturas como vamos a esbozar a continuación.

El origen o relación primigenia de la espada con la divinidad es prácticamente universal en las diversas cosmogonías; en el Génesis ya aparece: "Y, desterrado Adán, colocó Dios delante del Paraíso de delicias un querubín con una espada de fuego, que andaba alrededor para guardar el camino que conducía al árbol de la vida" (7). En esta manifestación como espada de fuego, relativamente frecuente, es el símbolo de la justicia y la pureza (8). En el mito fundacional japonés aparecen dos armas fundamentales: en primer lugar, cronológicamente hablando, aparece la lanza llamada Nu-Boko de la que se valen Izanagi e Izanami para crear las islas japonesas, esta primigenia arma mitológica tenía la forma llamada Wabashira o "Columna de Macho"; este término designa la pilastra de una barandilla o parapeto sobre todo en los puentes, al mismo tiempo que tiene unas claras connotaciones fálicas, que son restos de antiguos cultos fálicos relacionados con la fertilidad (9). La lanza como tal es símbolo guerrero y sexual, con un sentido totalmente terrestre y material. La segunda arma que aparece en el mito fundacional shintoista es la espada Ame no Murakumo Kusa que forma parte del regalo fundacional del imperio japonés junto con el espejo de Amaterasu y la joya; es decir, que al primer orden, a la creación de un mundo sin civilizar corresponde la lanza y al segundo orden, un orden ya político, organizado y civilizado se corresponde con la espada que básicamente es un símbolo solar, celeste y espiritual.
En este sentido civilizador de la espada hay que entender la función de Excalibur en el ciclo artúrico, en el que también la espada está relacionada con una figura femenina (Dama de Lago) como en Japón (Amaterasu), y también la tradición de que los míticos fundadores de ciudades lleven siempre espadas en los antiguos relatos chinos. Asociada al sol que lucha contra las tinieblas y las vence, supone también la lucha y la victoria contra la barbarie, la del conocimiento sobre la ignorancia y la superación espiritual en oposición a la rama y a la multiplicidad, signo siempre del mal. En tal sentido hay que interpretar tanto la frase evangélica "No he venido a traer la paz sino la espada" (10) o, como la coránica "La daga es la llave del Cielo y del Infierno" (11).
La propia relación con el sol, ente que en sí mismo supone un carácter juvenil, potente, fuerte y generador, se asocia inevitablemente con los principios masculinos y, siguiendo esta línea, se llega a la relación con el sexo (12). La cultura japonesa asocia directamente el sable al sexo: "Ha acabado el pueblo por ver en el espejo y el sable dos símbolos de la eternidad y de la vida incesantemente renovada. La forma de los dos objetos, uno oval y otro prolongado, ha hecho que se les considere como emblemas, masculino y femenino, de la procreación. Hasta hace poco tiempo, en las romerías al templo de Ise, los vendedores de objetos devotos ofrecían espejitos y sables que imitaban los órganos de la sexualidad" (13). Los cultos solares favorecieron en todas las culturas la aparición de organizaciones sociales y políticas bastante jerarquizadas (14); el interés en destacar las jerarquías nos lleva a una de las funciones sociales esenciales de las espadas y los sables. La espada ha sido desde siempre y en todas las culturas un distintivo de clase, relacionado siempre con los más elevados estratos, desde los bárbaros germánicos según recogen Tácito y Tito Livio hasta el caballero medieval, figura esencialmente aristocrática, e incluso hoy los mandos de los ejércitos españoles usan el sable como distintivo de jerarquía. No olvidemos que el primero y principal de los privilegios de la clase samurai era el derecho a llevar sable.
También de su origen solar proviene el carácter de acumulador y transmisor de energía. Esta energía que emana del sol o de Dios en el mundo cristiano medieval (15) se concentra en el arma o se transmite al guerrero. En el primer caso hay que situar algunos ejemplos de la humanización de estas piezas; en el mundo japonés he de destacar la historia del príncipe Keiko que encontrándose sitiado por un incendio fue salvado por su sable que, desenvainándose solo, cortó unos matorrales que le impedían el paso. Esta historia tiene sus paralelos con momentos de las novelas de caballería en las que la espada actúa independientemente de la voluntad de su propietario. Pero en este mismo siglo XX Jorge Luis Borges, en su cuento "El encuentro", plantea el eterno enfrentamiento de dos cuchillos al margen de los propietarios: son dos armas blancas que mantienen un odio "personal" (16).
La personalidad de las armas blancas tiene una magnífica muestra en la literatura épica española, pues en el Cantar del Mio Cid se desarrolla un interesante proceso en relación con Colada y Tizona. Tras las bodas de las hijas del Cid con los infantes de Carrión y cuando ya vuelven a sus tierras dice el Cid:
"os daré mis dos espadas,
Colada y Tizona son,
las que más quiero, y sabed,
que las gané por varón"
Tras la afrenta en el robledal de Corpes y ante el Rey el Cid lo primero que reclama aún antes que el dinero son sus espadas:
"Y en señal de mi cariño
les dí colada y Tizón,
(éstas las gané luchando
al estilo de varón)
para que ganaran honra
y que os sirvieran a vos;
cuando dejaron mis hijas
abandonadas las dos
nada quisieron conmigo
y así perdieron mi amor,
denme, pues, mis dos espadas
ya que mis yernos no son."

Lo más jugoso de esta historia para el tema que nos ocupa viene ahora. Los infantes han entregado al Cid las espadas y después se plantea el desafío a lo que se prestan los infantes pero:
"Estuvieron discutiendo
y al Rey pidieron que no
se emplease la Colada
ni Tizón, aquellas dos
espadas, que no las usen
los del Cid Campeador,
arrepentidos estaban
de darlas los de Carrión" (17).
En otras palabras: los infantes tienen más miedo a las espadas en sí que a la fuerza o destreza de los hombres que las manejan.
El arma blanca no sólo concentra la energía sino que es, como ya dije, un elemento conductor de la misma. Como tal funciona en las ceremonias de la Orden de Caballería en las que la fuerza, fundamentalmente espiritual, penetra en el nuevo caballero a través suyo con los célebres espaldarazos; este ritual crea entre el caballero nombrante y el nuevo caballero una relación muy semejante al parentesco, pues en realidad se trata de un parentesco espiritual, que al mismo tiempo es una base muy fuerte para la estructura del poder feudal basada en los vínculos personales (18).
Volviendo al texto del Cantar del Mío Cid recogido, hay una idea que se repite constantemente: la asociación de la espada con la condición masculina. Esta asociación se da en una doble vertiente: sexual y viril o lo que es lo mismo como individuo diferenciado de la mujer (portadora de la vida y simbolizada en algunas culturas por el huso) y como hombre adulto (capaz de reproducirse, cazar y combatir, portador en cierto sentido de la muerte). Ejemplo claro de esta doble vertiente es la relación del samurai con su sable; desde muy pequeño se le da al niño samuraí un sable en relación a su tamaño pero no el auténtico, este sólo se le dará a los catorce o quince años, es decir, no cuando el muchacho alcanza la capacidad física y la destreza para manejar el sable, sino cuando, al alcanzar su pleno desarrollo sexual, es considerado un hombre adulto. La imagen del Samurai completamente armado resalta precisamente esta relación con la más pura, y casi brutal, sexualidad viril destacando, mediante la empuñadura del sable, los órganos sexuales masculinos. Personalmente creo que esta imagen del Samurai dada por su armadura y su sable forma parte de la búsqueda del elemento sorpresa al aparecer ante el enemigo casi como un ser sobrenatural o demoníaco a lo que las exageraciones de cabeza, orejas u otras partes del cuerpo en las armaduras contribuyen no poco.
La relación del varón con la espada/sable es universal; existe un ejemplo definitorio de ella en la mitología griega, en la que la espada no es especialmente valorada (destacando mucho más el escudo, la lanza o las herramientas). Aquiles se esconde por voluntad de su madre para no ir a la guerra de Troya disfrazándose de doncella entre otras doncellas; llegan los guerreros buscándole y el siempre astuto Ulises le tiende una trampa: presenta a las doncellas un cofre lleno de regalos característicamente "femeninos", telas, joyas, peines, etc., y entre ellos una espada que, inevitablemente, Aquiles empuña delatando asi su condición masculina (19).
Toda esta complicada simbología, que apenas he podido esbozar, ha hecho que el sable japonés se haya convertido en un objeto de gran importancia a la que no es ajena la belleza intrínseca de la hoja: "La fría hoja cubriéndose de vaho en el momento de salir de la vaina, su materia inmaculada reflejando una luz de tinte azulado, su incomparable filo del que depende la historia de los pueblos y sus posibilidades, la curva de su lomo, ungiendo la gracia exquisita a la fuerza más rígida, todo ello nos sugiere una mezcla de sentimiento de poder y de belleza, de respeto y de terror" (20); emocionada descripción de un arma, tan hermosa e inquietante que ha sido capaz como ninguna otra de simbolizar a un pueblo.

NOTAS
(1) Nitobe, Inazo: Bushido. The Warriors Code. California, 1979. También Bushido, el corazón de Japón. Barcelona, 1988, edición en castellano de la misma obra.
(2) Aspectos que, sin darnos cuenta, nos rodean y que abarcan desde una firma comercial de cuchillas de afeitar al arco triunfal irakí conmemorativo de la victoria sobre Irán, formado por dos gigantescas cimitarras, o al Oscar de la Academia de Artes de Hollywood, emblema y símbolo parlante del éxito en la actual cultura de la imagen (y el mundo de la imagen es en gran medida el mundo que creó Hollywood). Como vemos, la espada, en sus manifestaciones simbólicas actuales, siempre aparece con sus connotaciones positivas (Calidad, Victoria, Éxito).
(3) Humbert, Aimé: Viaje al Japón. Madrid, 1983, pp. 286-287.
(4) Ríos, C. H.: Samurai. La vía del sable. Barcelona, 1982, p. 30.
(5) Nitobe, Inazo: Op. cit., p. 106. En esta cita y las siguientes Nitobe nos da una visión muy expresiva de la posición del sable en la familia japonesa.
(6) Robinson, B. W.: The arts of the Japanese Sword. Londres /Boston, 1970.
(7) Génesis: cap. III, vers. 24.
(8) Cirlot, J. E.: Diccionario de símbolos. Barcelona, 1978, pp. 192-193.
(9) Blair, Claude: Enciclopedia Raggionata delle Armi. Milán, 1979.
(10) Mateo 10, 34.
(11) Recojo la cita de Nitobe, Inazo: Op. cit., p. 105.
(12) Cirlot, J. E.: Op. cit., pp. 192-194.
(13) Blasco Ibáñez, Vicente: La vuelta al mundo de un novelista. Madrid, 1958, p. 435.
(14) Cirlot, J. E.: Op. cit., pp. 192-194.
(15) Keen, Maurice: La caballería. Barcelona, 1986, p. 102.
(16) Borges, Jorge Luis: El informe de Brodie. Barcelona, 1985.
(17) Anónimo: Poema del Mio Cid. Barcelona, 1969.
(18) En 1948, durante las conmemoraciones del séptimo centenario de la conquista de Sevilla por Fernando III el Santo los Caballeros Alumnos de la Escuela Naval Militar recibieron el espaldarazo con la espada de dicho monarca, acto que apoya lo expuesto brevemente sobre la perdurabilidad de la simbología del sable.
(19) Falcón Martínez, C. / Fernández Galiano / López Melero, R.: Diccionario de la Mitología clásica. Madrid, 1980, pp. 70-71, por ejemplo.
(20) Nitobe, Inazo: Op. cit., p. 108.

El simbolismo de la Espada Japonesa I


I
     En el Budismo Esotérico Japonés de la escuela Shingon, la espada constituye un arma de guerra utilizada sobre el plano místico. Sirve tanto para proteger la doctrina como al monje a lo largo de su ascesis, convirtiéndose así en un emblema del conocimiento contra el error. La espada-ken- se transforma entonces en E-ken, la espada de la sabiduría, ya que ésta puede llegar a representar un símbolo de iluminación del mundo a través del conocimiento. En ese sentido se identifica a la espada templaria que no servía únicamente para defender a los peregrinos que iban a Tierra Santa, sino igualmente para transmitir el conocimiento iniciático y la luz. Los monjes japoneses reemplazan a veces la espada por el Vajra o cetro diamantino, objeto cuyo sentido es idéntico al de la espada cuando ésta es manejada por un alto iniciado; abrir e iluminar los centros espirituales (Chakkras) del aspirante y transmitirle del interior el poder del despertar. He aquí por qué Fudo (Divinidad esotérica) tiene como atributo la espada, que puede cambiar en Vajra.


Este es ante todo el símbolo de lo Absoluto, y el emblema de la pureza inalterable del diamante ( kongo), y esto precisamente porque el absoluto es como el diamante, impenetrable e indestructible. Fudo Myo-O (el inmutable) es una estatua que sirve de soporte a la meditación, permitiendo la destrucción de los deseos y pasiones. Posee como atributos una espada en la mano derecha, emblema del conocimiento, ya que la espada corta los nudos de los más indisolubles problemas, tanto como las raíces de la duda, de la inercia o de la ignorancia. En su mano izquierda lleva una cuerda (kesaku) inmóvil como el vacío, representando la perfecta concentración, cuyo poder una vez adquirido, permitirá combatir las hordas de demonios (ilusiones), y una vez atados, llevarlos al Buda Universal (Vairocana, en japonés Dai-Nichi-Nioray), para recibir la Ley (Dharma).

domingo, 9 de septiembre de 2012

EL ALMA




..."Un águila de las montañas, habiendo volado a gran altura en el aire sobre la tierra, vuela de nuevo a su lugar de descanso, estando fatigada por el vuelo.

Así es el alma, experimentada la vida de lo fenomenal, relativa y mortal, vuelve en sí, donde puede dormir más allá de los deseos y los sueños"...

Verso de los Upanishads

domingo, 15 de julio de 2012

ESOTERISMO CRISTIANO EN EL PRIMER SIGLO

C. del Tilo

El problema de los orígenes del cristianismo ha hecho gastar mucha tinta en el curso de su historia, sobre todo desde el siglo pasado, en particular con los estudios de E. Renan y su escuela racionalista.
Desde un punto de vista exotérico, los renanianos han examinado minuciosamente la evolución de la primitiva iglesia cristiana con un espíritu científico que en general contrasta por su rigor con las investigaciones anteriores, pero también, en la mayoría de los casos, por una mentalidad partidista en sentido opuesto, y de polémica exagerada.
De todas maneras, no puede negarse que estos eruditos hayan contribuido a una mejor comprensión de la historia del cristianismo primitivo. Sin embargo, no lograron levantar el velo que cubre su nacimiento, ya que, para muchos, Jesucristo es un personaje mítico, lo mismo, dicen, que Adonis, Orfeo o Dioniso en la tradición griega, o Mitra en la persa.
Este planteamiento no resuelve de ningún modo el problema de saber cómo se originó este mito ya que ignora su fundamento tradicional. El mito no nace por generación espontánea en la mente del hombre como piensan los racionalistas; es necesario que al comienzo, haya un personaje que lo fundamente. La tesis del mito es una manera fácil de resolver el problema de la tradición sin tomarse la molestia de penetrar en ella, puesto que la identidad de su enseñanza en todos los lugares y épocas no significa que los hombres siempre hayan imaginado lo mismo respecto a la divinidad, sino que, sencillamente, existe una única experimentación repetida del mismo misterio divino de la regeneración del hombre.
                                       *               *               *
Al observar con atención la evolución del cristianismo primitivo, o sea en el curso de los cuatro primeros siglos, podemos distinguir tres períodos principales:
El primero cubre aproximadamente un siglo y medio. La escasa documentación de que disponemos respecto a esta etapa primitiva nos da pocos informes sobre la actividad real de las primeras comunidades cristianas. Esta etapa es la que presenta más interés, al esconder el origen y la fuente de nuestra tradición occidental. 
El segundo período iría desde la mitad del segundo siglo hasta el principio del cuarto (150-300). Está caracterizado por una primera difusión del cristianismo en el mundo grecorromano cuya resistencia se manifiesta por las grandes persecuciones contra los cristianos.
En el cuarto siglo se observa el triunfo del nuevo culto sobre el paganismo. El Emperador de Constantinopla, Constantino, proclama al cristianismo religión de estado. De perseguidos, los cristianos se convierten poco a poco en perseguidores. Se prohíbe la práctica de los cultos paganos que progresivamente, son cristianizados. La afluencia masiva de nuevos convertidos va a sumergir y transformar los misterios primitivos en enseñanza exotéricas al alcance de todos. La Iglesia se organiza jerárquicamente en el mundo según el modelo del Imperio, se vuelve dogmática y se constituye una legislación.
Intentemos examinar en qué consistió el cristianismo del primer siglo. Importa observar de entrada que nuestra tendencia natural es considerarlo, desde el principio, tal y como lo conocemos en el momento en que se estableció oficialmente en el Imperio romano en el siglo IV, con su jerarquía, sus ritos y su legislación. Nada nos permite razonar de esta manera, ya que el cristianismo del siglo IV está tan distante de su origen como nuestra época de la del reinado de Felipe IV. Tres siglos son muchos años de evolución.
Los documentos primitivos de que disponemos hacen pensar que el cristianismo, al origen, s presentaba de forma muy diferente a la que manifestó después.
Parece muy probable, como lo expone R. Guénon que el cristianismo se manifestó muy pronto como un culto a la manera de las religiones de misterios, donde la enseñanza se comunicaba en secreto y progresivamente por iniciación.
No puede negarse que nació en Palestina en un medio ambiente judío donde aparentemente no tuvo mucho éxito, pero pronto se implantó y se propagó en el mundo grecorromano o sea de los gentiles, gracias sobre todo a la predicación de San Pablo; además,  la fuerte helenización de toda la región facilitó su difusión.
Y es así como el culto cristiano se expresó en la misma forma que la de los cultos que practicaban los griegos y los romanos, por ejemplo, los misterios de Eleusis, de Sabazios, de Adonis, de Atis, de Cibeles, los Orficos, los Dionisíacos, los Pitagóricos, Herméticos y Mitraicos de Persia. Parece ser que algunos de ellos sólo subsistían en un estadio puramente ritual y bastante degenerado y sobre los cuales el culto cristiano naciente y muy dinámico se impuso rápidamente.
Las religones de misterios, así como las sectas gnósticas, poseen en común enseñanzas o creencias más o menos idénticas, que pueden resumirse de la siguiente manera:
  La naturaleza divina, la Divinidad es un ser incognoscible, innominado.
  El mundo está gobernado por unas potencia que rigen al hombre.
  Este lleva encerrado en sí mismo una simiente divina, una partícula de lo divino, de lo superior.
  Esta partícula debe ser liberada para que el hombre vuelva a su morada celeste. Hay que morir para renacer.
  Por sí mismo el hombre no puede lograr esta finalidad; necesita un Redentor, un Salvador que haya realizado esta resurrección reanudando la cadena de la Tradición primordial. Está representado por el Hierofante o Iniciador que transmite al neófito el secreto de su liberación. Es el Bautismo de renacimiento.
  Los ritos practicados en secreto son la imagen de ese proceso interior, es decir, que constituyen una enseñanza progresiva de este misterio.
A fin de ilustrar la relación entre los misterios del paganismo y los de los cristianos, y la existencia entre ellos de una enseñanza esotérica, citemos algunos ejemplos escogidos en la literatura cristiana.
1.        San Gregrio Nazianceno compuso un panegírico en honor a San Cipriano, obispo de Cartago, muerto en el año 258: “ En su infancia Cipriano fue consagrado a Apolo, a los siete años iniciado a Mitra, a los diez años a Deméter y Core así como a la Serpiente de Palas sobre la Acrópolis; a los quince años pasó cuarenta días sobre el Olimpo en compañía de siete hierofantes. Luego participó en los misterios de Hera de Argos y se inició en la unidad formada por los cuatro elementos. También fue iniciado en los misterios de Artemisa y residió diez años en Egipto; a los treinta años viajó a Caldea para aprender los secretos de la astrología. Finalmente se instaló en Antioquía”. Se puede pensar que si se convirtió al cristianismo es porque penetraba en un mundo religioso que no le parecía ajeno. (1)
2.        En el siglo cuarto San Basilio escribía: “Creencias y prácticas generalmente aceptadas o públicamente prescritas están conservadas en la Iglesia, y algunas de ellas proceden de una enseñanza escrita, otras nos han sido transmitidas en un misterio por la tradición de los apóstoles; pero unas y otras pertenecen a la verdadera religión y poseen las misa fuerza”. (1)
  1. Fotius (2) dejó un fragmento interesante donde dice así: “Eulogio (patriarca de Alejandría, 579-607) afirma que de las doctrinas transmitidas en la Iglesia por los ministros de la palabra, algunas son dogmata, otra kerigmata; las primeras son concedidas en secreto y con prudencia, a menudo incluso envueltas de oscuridad, de modo que las cosas santas no sean expuestas al profano como perlas tiradas a los puercos; en cambio las segundas son enseñadas abiertamente. Ya que bien se sabe que no nos contentamos con lo que nos recuerda el apóstol (o sea San Pablo) o el Evangelio, sino que, tanto en el prefacio como en la conclusión, añadimos otras palabras de gran importancia para la validez del misterio, palabras que sacamos de una enseñanza no escrita… ¿Acaso esto no procede de esa enseñanza no publicada y secreta que nuestros padres han conservado en silencio fuera del alcance de los intrusos y de las investigaciones indiscretas? Comprendieron perfectamente que la respetable dignidad de los misterios está mejor preservada por el silencio. Lo que a los no iniciados no les está permitido mirar, no podía ser mostrado públicamente en documentos escritos…
  2. Cirilo de Jerusalén (315-386) escribía: “no está permitido explicar a los paganos esos misterios que ahora te explica la Iglesia, a ti que sales de la clase de los catecúmenos. Ya que no elucidamos para los paganos los misterios referidos al Padre, Hijo y Espíritu Santo e incluso, ante los catecúmenos, no hablamos claramente de los misterios; pero a menudo hablamos de muchas cosas en forma velada, de modo que los creyentes que saben puedan comprender y que los que ignoran no se sientan escandalizados” (3)
  3. En la misma época, escribía San Ambrosio: “La estación nos advierte de cuándo tenemos que hablar de los misterios y mostrar el sentido de los sacramentos; si hubiéramos considerado que sería útil enseñarlos antes del bautismo a los que todavía no estaban iniciados, no se consideraría que hemos descrito los misterios, sino que los hemos traicionado. Otra razón es que la misma luz de los misterios se derramará con más eficacia sobre los que esperan lo que no saben, que si hubieran sido informados previamente” .(3)
  4. En el tercer siglo, Orígenes escribía en su Contra Celso: “ La crucifixión, la resurrección y la encarnación son bien conocidas, pero lo que no es una particularidad del cristianismo es que existen algunas doctrinas ocultas para la multitud, que se revelan después de que son concedidas las enseñanzas exotéricas”. (3)
  5. Por último, citemos a Clemente de Alejandría (4) (150-215): “El Señor no reveló a muchos lo que no estaba al alcance de muchos, sino simplemente a una minoría que él sabía adaptada, capaz de recibir las Palabra y ser formada según ella. Los misterios, al igual que Dios, no se entregan a la escritura sino a la palabra”. Y si alguien nos dice que está escrito:”No existe nada escondido que deba ser publicado, nada secreto que no deba ser desvelado”, nosotros le enseñaremos lo siguiente: Dios anunció por esta palabra que los secretos serán revelados a quienquiera que los escuche en secreto, y que las cosas ocultas serán desveladas, como la verdad, a quienquiera que capaz de recibir las tradiciones bajo un velo y que lo que es secreto para la muchedumbre será manifestado aun pequeño numero. Ya que, ¿por qué no ha sido amada la justicia, si ella está entre todo el mundo? No, los misterios se transmiten de forma misteriosa, a fin de que tan sólo se encuentren en los labios del iniciador y del iniciado, o mejor dicho, no en su boca sino en su inteligencia” (Estromates I,13).
Sin duda, estos texto confirman la tesis de R. Guénon. Todo ello nos incita a reflexionar sobre el misterio que originó nuestra tradición.
Toda tradición comienza cuando un profeta reactualiza y realiza el proceso de regeneración y lo vuelve a transmitir a otro, y así sucesivamente, hasta que esta transmisión viva se interrumpe; entonces el misterio se congela en los ritos que nos son sino las imágenes de una operación que nadie es capaz de vivificar de nuevo.
Mientras existe la posesión y el conocimiento del secreto, los ritos se conservan vivos.
Estos ritos representan el camino, las etapas que debe recorrer el neófito para experimentar el procedo de regeneración.
No olvidemos,  pues, que los ritos sólo enseñan, y no implican la experimentación real de este proceso regenerativo. Enseñan el camino que el hombre tendría que seguir hacia su regeneración integral.
Vemos que la Iglesia primitiva se mostraba muy exigente en lo que se refiere a la admisión de sus nuevos miembros.
Toda la enseñanza converge hacia la experiencia del Bautismo. Sin él, el hombre no puede ser cristiano. Por eso, el candidato, el neófito, el catecúmeno debía pasar por unas etapas de larga espera antes de poder recibir el bautismo. Esto significa que el proceso regenerativo empieza por la experiencia del Bautismo, del que, el bautismo ritual concedido al catecúmeno, es la representación.
Y precisamente, en el siglo IV es cuando con la oficialización del culto cristiano en el Impero romano, empezó a desaparecer el catecumenado y se generalizó el bautizar a los niños al nacer. Todas las etapas previas y necesarias de preparación del neófito para el acceso al bautismo fueron abolidas debido a las conversiones masivas a la nueva religión del Estado.
En la liturgia del rito ortodoxo griego, todavía se conserva la distinción entre la misa de los catecúmenos retirarse ya que todavía no son cristianos de verdad. Puesto que sólo los que han sido socorridos por el bautismo tienen acceso al misterio de la comunión que salva.
Se sabe que, en el segundo siglo, la celebración de la Cena tenía lugar en privado y de noche hasta que estas reuniones nocturnas fueron prohibidas por las autoridades romanas.
Aquí también encontramos una enseñanza muy instructiva: uno solo es capaz de operar la transubtanciación de las especies, es decir, elaborar el alimento físico que salva a los bautizados, a imagen de Jesucristo, “gran sacerdote para siempre según la orden de Melquisedec” (Ep. Heb.V).
Este conocedor está representado pro el sacerdote o el hierofante que opera y ofrece la comunión a los fieles bautizados.
En cambio, el diácono (5) no puede operar la transubstanciación, sino que sólo está habilitado para distribuir y conservar las santas especies consagradas.
Intentamos resumir lo dicho respecto a los misterios cristianos en el primer siglo:
En primer lugar encontramos a los fieles auditores a la espera de la iniciación bautismal. Estos no perciben sino una enseñanza exotérica.
Luego tenemos a los santos bautizados que pueden participar de la mesa de la comunión que salva.
En tercer lugar existen los Elegidos que sólo son depositarios y conservadores de este secreto palpable, lo mismo que los del Santo Grial en el “Romance de la Mesa Redonda”.(6)
Por último tenemos al Maestro que conoce y realiza en secreto (7) el misterioso alimento de vida.

Notas
  1. Citado en “Les cahiers du cercle Ernest-Renan” nº 44 y pág. 14.
  2. Patriarca de Constantinopla, nacido en 820.
  3. Op. Ct., págs. 15-16-17
  4. Probablmente iniciado a los misterios de Eleusis.
  5. En griego: servidor.
  6. Ver La Puerta, números 12 y 13.
  7. En el curso de la misa de rito ortodoxo, el momento de la consagración se produce en secreto, ya que se cierran las tres puertas de la Iconostasis que separa el santuario del resto de la Iglesia, y se vuelven a abrir después, para la comunión de los fieles.


(Artículo publicado en LA PUERTA, Sobre Esoterismo Cristiano. Ediciones Obelisco, 1990)