"Cristo puede nacer mil veces en Belén;
pero si no nace dentro de tu corazón, de nada servirá"
(ANGELUS
SILESIUS)
LA FIESTA DE NAVIDAD
Omraam Mikhael
Si existen cuatro fiestas cardinales: Navidad, Pascua, la fiesta
de san Juan y la de san Miguel, no es por casualidad o porque algunos
religiosos hayan considerado conveniente instituirlas, sino porque corresponden
a fenómenos cósmicos. En el transcurso del año, el sol pasa por cuatro puntos
cardinales (equinoccio de primavera, solsticio de verano, equinoccio de otoño y
solsticio de invierno), y durante estos cuatro períodos se produce en la
naturaleza gran afluencia y circulación de energías que ejercen influencia
sobre la tierra y sobre todos los seres que la pueblan: las plantas, los
animales, los humanos...
Los Iniciados, que han estudiado estos fenómenos, han observado
que si el hombre está atento, si se prepara y se pone en armonía para recibir
estos efluvios, pueden producirse en él grandes transformaciones.
La tradición Cristiana relata que Jesús nació el 25 de
Diciembre, a medianoche. En dicho día, el sol acaba de entrar en la
constelación de Capricornio. Simbólicamente, Capricornio está relacionado con las
montañas, con las grutas, y es precisamente en la oscuridad de una gruta donde
puede nacer el Niño Jesús. Durante el resto del año la naturaleza y el hombre
han desarrollado una gran actividad, pero cuando se acerca el invierno muchos
trabajos se paralizan, los días menguan, las noches se alargan; es el momento
de la meditación, del recogimiento, lo cual le permite al hombre penetrar en
las profundidades de su ser y elaborar las condiciones requeridas para el
nacimiento del Niño.
Cuando sale de Capricornio, el sol entra en Acuario, y Acuario
es el agua, el bautismo, la vida que brota produciendo nuevas corrientes. Al
salir de Acuario el sol entra en Piscis, y allí tiene lugar esta pesca de la
que hablaba Jesús cuando les decía a sus discípulos que serían pescadores de
hombres. Pero volvamos al nacimiento de Jesús. Cada año, el 25 de Diciembre, a
medianoche, la constelación de Virgo asciende en el horizonte; por eso se dice
que Jesús nació de la Virgen. En el punto opuesto aparece Piscis, y en medio
del Cielo se puede ver la magnífica constelación de Orión en cuyo centro se alinean
las tres estrellas que, según la tradición popular, representan a los tres
Reyes Magos.
Dejemos a un lado la cuestión de saber si Jesús nació
verdaderamente el 25 de Diciembre, a medianoche. Lo que nos interesa es que en
esta fecha tiene lugar en la naturaleza el nacimiento del principio crístico,
de esta luz y de este calor que van a transformarlo todo. Durante este período,
en el Cielo también se celebra esta fiesta: los Angeles cantan y todos los
Santos, los grandes Maestros y los Iniciados se reúnen para orar, para dar
gloria al Eterno y festejar el nacimiento de Cristo, que nace realmente en el
universo.
Y durante este tiempo, en la tierra, ¿ dónde está la gente? En
los cabarets, los dancings y los clubs nocturnos, en donde comen, beben y están
de juerga para festejar el nacimiento de Jesús... ¡Qué mentalidad! Y lo más
extraordinario es que hasta las personas más inteligentes encuentran que es normal
celebrar la Navidad de esta forma. En vez de ser consciente de la importancia
de un acontecimiento que no se produce más que una vez cada año, cuando toda la
naturaleza está atenta para preparar la nueva vida, el hombre tiene la cabeza
en otra parte. Por eso no recibe nada: al contrario, pierde la gracia y el amor
del Cielo. Porque, ¿qué creéis que puede dar el Cielo a un ser que permanece insensible
a estas corrientes divinas? El discípulo, en cambio, se prepara: sabe que en la
noche de Navidad, Cristo nace en el mundo en forma de luz, de calor y de vida,
y prepara las condiciones convenientes para que este Niño divino nazca también
en él.
Hace dos mil años Jesús nació en Palestina, pero eso no es más
que el aspecto histórico de la Navidad, y el aspecto histórico, ¿ sabéis?, es
secundario para los Iniciados. Porque, además de ser un acontecimiento
histórico, el nacimiento de Cristo es un acontecimiento cósmico: es la primera manifestación
de vida en la naturaleza, el principio de todas las manifestaciones. Luego,
este nacimiento es un acontecimiento místico, es decir, que Cristo debe nacer
en cada alma humana como principio de luz y de amor divino. Eso es el
nacimiento de Jesús, y en tanto el hombre no posea la luz y el amor, el Niño
Jesús no puede nacer en él. Puede celebrarlo, puede esperarlo..., pero nada va
a ocurrir.
Jesús nació hace dos mil años, así que, para conmemorarlo, vamos
a la iglesia, cantamos que Jesús vino para salvarnos, y, puesto que estamos
salvados, ¿verdad?, podemos seguir pecando, bebiendo y comiendo: estamos
tranquilos para toda la eternidad. Así es como los humanos comprenden el nacimiento
de Jesús. Pero pocos piensan en trabajar, en estudiar, en hacer esfuerzos para
que Jesús nazca interiormente en cada alma, en cada espíritu. Si basta con que
Jesús haya venido a la tierra hace dos mil años, ¿ por qué el Reino de Dios
todavía no ha llegado? Las guerras, las miserias, las enfermedades, todo eso
debería haber desaparecido...
No niego que el nacimiento de Jesús haya sido un acontecimiento
histórico de una gran importancia, pero lo esencial son los aspectos cósmico y
místico de la fiesta de Navidad. Porque no solamente el nacimiento de Cristo es
un acontecimiento que se produce cada año en el universo, sino que, en cada
instante, Cristo puede nacer también en nosotros. Podéis releer la historia del
nacimiento de Jesús tan a menudo como queráis, y cantar: «Ha nacido el divino
Niño»; de nada os servirá si Cristo no nace en vosotros. Lo que ahora hace
falta es que cada uno tenga el deseo de hacerlo nacer en su alma para llegar a
ser como él, a fin de que la tierra esté poblada de Cristos. Esto es, además,
lo que pedía Jesús cuando decía: «En verdad, en verdad os digo que aquél que
crea en mí hará, también él, las obras que yo hago. Y aún más grandes».