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sábado, 11 de enero de 2014

MILAGROS DE ANTAÑO






Milagros de antaño

  Staretz Paisios del Monte Athos



Los padres de antaño tenían una gran fe y una gran simplicidad. Aunque la mayoría de ellos fuese esencialmente analfabeta, recibían, sin embargo, la iluminación divina constante a causa de su humildad y su celo por el combate espiritual. Y aunque, en nuestros días, el conocimiento ha aumentado, desgraciadamente la lógica ha quebrantado la fe de las gentes en sus fundamentos y ha llenado sus almas de preguntas y dudas. Así, es natural que estemos privados de milagros, pues los milagros son vividos y no pueden ser explicados por la lógica.


Este espíritu terriblemente secular que prevalece en el hombre moderno, que ha vuelto toda su atención hacia una vida mejor, con mayores facilidades y menos esfuerzo, ha afectado desgraciadamente a las personas más espirituales; también ellas intentan ser más santas con menor esfuerzo, pero eso nunca puede suceder, pues, “los santos han dado su sangre y han recibido el Espíritu”. Mientras que nos regocijamos ahora en este gran avance hacia los santos padres y la vida monástica, y admiramos a los jóvenes valientes que se consagran a elevados ideales, al mismo tiempo, sufrimos porque vemos todo este buen material no encontrando la levadura espiritual apropiada, de la que esta pasta espiritual no se alza y acaba como con un pan sin levadura.


Antaño, incluso hace veinte años, la simplicidad abundaba en el “Jardín de la Theotokos” (la Santa Montaña de Athos). El perfume de la simplicidad de los padres atraía a las gentes temerosas de Dios como a las abejas y las alimentaba, mientras que, a su vez, transmitían esta bendición espiritual a otros para su provecho. Allá por donde se iba, se oían historias sencillas de milagros y de acontecimientos celestiales, pues los padres los consideraban como perfectamente naturales.


Viviendo en esta atmósfera espiritual de la gracia, nunca nos vendría la idea de dudar de lo que se hubiese oído, pues se vivía una parte en sí mismo. No habríais pensado jamás en tomar notas de estos acontecimientos espirituales, ni conservarlos en vuestra memoria para las generaciones venideras, porque pensaríais que esta forma de vida patrística continuaría. ¿Cómo se podía saber que en algunos años, la mayor parte de estas personas serían deformadas por demasiada educación, sabiendo que se les educa en el espíritu del ateismo y no en el de Dios, que puede santificar la educación externa, igualmente, y que la incredulidad llegaría a tal punto que los milagros serían considerados como cuentos de hechos de otro tiempo?








Las moscas y las abejas






El padre Paísios nos da un sabio consejo a propósito de los pensamientos negativos, utilizando el ejemplo de las moscas y las abejas. Como de costumbre, está lleno de discernimiento.



 “Sé por experiencia que, en esta vida, las personas están separadas en dos categorías. Una tercera no existe: se pertenece o bien a una, o bien a otra.



La primera categoría se asemeja a la mosca. La principal característica de la mosca, es que es atraída por todo lo que es sucio. Por ejemplo, cuando una mosca vuela sobre un jardín lleno de flores de buenas fragancias, ella las ignorará e irá a posarse en la cima de un montón de suciedad tirada por el suelo. Comenzará a agitarse y se sentirá bien en la fetidez. Si la mosca pudiera hablar, y le pidierais que os enseñara una rosa del jardín. Ella os respondería: “no sé a que se parece una rosa. Yo sé solamente como encontrar basura, aguas sucias y suciedad.” Hay personas que se asemejan a la mosca. Aquellos que pertenecen a esta categoría, han aprendido a pensar negativamente, y buscan siempre las malas cosas de la vida, ignoran y renuncian a la presencia del bien.



 La otra categoría de personas es como la abeja cuya particularidad principal es que busca siempre cualquier cosa dulce y buena donde posarse. Cuando una abeja se encuentra con algo llego de suciedad y hay un pequeño trozo de algo delicioso en una esquina, ignora la suciedad y va a posarse sobre la delicia. Ahora, si le pedimos a la abeja que nos muestre donde está la basura, responderá: “No lo sé. Solamente puedo deciros dónde encontrar flores, delicias, miel y azúcar”. No conoce más que las buenas cosas de la vida e ignora todo mal. Es esta la segunda categoría de personas, que tienen una manera de pensar positiva, y no ven más que el lado bueno de las cosas. Intentan siempre ocultar el mal, a fin de proteger a su prójimo; por el contrario, las personas de la primera categoría intentan exponer el mal y llevarlo a la superficie.



 Cuando alguien viene a mí y comienza a acusar a otros, y me pone en una situación difícil, yo le expongo el ejemplo precedente. Después le pido que decida a qué categoría quiere pertenecer, para que pueda encontrar personas del mismo espíritu para frecuentarlas”.