Milagros de antaño
Staretz Paisios del Monte Athos
Los padres de antaño tenían una gran fe
y una gran simplicidad. Aunque la mayoría de ellos fuese esencialmente
analfabeta, recibían, sin embargo, la iluminación divina constante a causa de
su humildad y su celo por el combate espiritual. Y aunque, en nuestros días, el
conocimiento ha aumentado, desgraciadamente la lógica ha quebrantado la fe de
las gentes en sus fundamentos y ha llenado sus almas de preguntas y dudas. Así,
es natural que estemos privados de milagros, pues los milagros son vividos y no
pueden ser explicados por la lógica.
Este espíritu terriblemente secular que
prevalece en el hombre moderno, que ha vuelto toda su atención hacia una vida
mejor, con mayores facilidades y menos esfuerzo, ha afectado desgraciadamente a
las personas más espirituales; también ellas intentan ser más santas con menor
esfuerzo, pero eso nunca puede suceder, pues, “los santos han dado su sangre y
han recibido el Espíritu”. Mientras que nos regocijamos ahora en este gran
avance hacia los santos padres y la vida monástica, y admiramos a los jóvenes
valientes que se consagran a elevados ideales, al mismo tiempo, sufrimos porque
vemos todo este buen material no encontrando la levadura espiritual apropiada,
de la que esta pasta espiritual no se alza y acaba como con un pan sin
levadura.
Antaño, incluso hace veinte años, la
simplicidad abundaba en el “Jardín de la Theotokos” (la Santa Montaña de
Athos). El perfume de la simplicidad de los padres atraía a las gentes
temerosas de Dios como a las abejas y las alimentaba, mientras que, a su vez,
transmitían esta bendición espiritual a otros para su provecho. Allá por donde
se iba, se oían historias sencillas de milagros y de acontecimientos
celestiales, pues los padres los consideraban como perfectamente naturales.
Viviendo en esta atmósfera espiritual de
la gracia, nunca nos vendría la idea de dudar de lo que se hubiese oído, pues
se vivía una parte en sí mismo. No habríais pensado jamás en tomar notas de
estos acontecimientos espirituales, ni conservarlos en vuestra memoria para las
generaciones venideras, porque pensaríais que esta forma de vida patrística
continuaría. ¿Cómo se podía saber que en algunos años, la mayor parte de estas
personas serían deformadas por demasiada educación, sabiendo que se les educa
en el espíritu del ateismo y no en el de Dios, que puede santificar la
educación externa, igualmente, y que la incredulidad llegaría a tal punto que
los milagros serían considerados como cuentos de hechos de otro tiempo?
Las moscas y las abejas
El padre Paísios nos da un sabio consejo a propósito
de los pensamientos negativos, utilizando el ejemplo de las moscas y las
abejas. Como de costumbre, está lleno de discernimiento.
“Sé por experiencia que, en esta vida,
las personas están separadas en dos categorías. Una tercera no existe: se
pertenece o bien a una, o bien a otra.
La primera categoría se asemeja a la
mosca. La principal característica de la mosca, es que es atraída por todo lo
que es sucio. Por ejemplo, cuando una mosca vuela sobre un jardín lleno de flores
de buenas fragancias, ella las ignorará e irá a posarse en la cima de un montón
de suciedad tirada por el suelo. Comenzará a agitarse y se sentirá bien en la
fetidez. Si la mosca pudiera hablar, y le pidierais que os enseñara una rosa
del jardín. Ella os respondería: “no sé a que se parece una rosa. Yo sé
solamente como encontrar basura, aguas sucias y suciedad.” Hay personas que se
asemejan a la mosca. Aquellos que pertenecen a esta categoría, han aprendido a
pensar negativamente, y buscan siempre las malas cosas de la vida, ignoran y
renuncian a la presencia del bien.
La otra categoría de personas es
como la abeja cuya particularidad principal es que busca siempre cualquier cosa
dulce y buena donde posarse. Cuando una abeja se encuentra con algo llego de
suciedad y hay un pequeño trozo de algo delicioso en una esquina, ignora la
suciedad y va a posarse sobre la delicia. Ahora, si le pedimos a la abeja que
nos muestre donde está la basura, responderá: “No lo sé. Solamente puedo
deciros dónde encontrar flores, delicias, miel y azúcar”. No conoce más que las
buenas cosas de la vida e ignora todo mal. Es esta la segunda categoría de
personas, que tienen una manera de pensar positiva, y no ven más que el lado
bueno de las cosas. Intentan siempre ocultar el mal, a fin de proteger a su
prójimo; por el contrario, las personas de la primera categoría intentan
exponer el mal y llevarlo a la superficie.
Cuando alguien viene a mí y
comienza a acusar a otros, y me pone en una situación difícil, yo le expongo el
ejemplo precedente. Después le pido que decida a qué categoría quiere
pertenecer, para que pueda encontrar personas del mismo espíritu para
frecuentarlas”.